“La pintura es una poesía muda y
la poesía es una pintura parlante”
Simónides
La literatura y el teatro constituyen dos formas artísticas practicadas con bastante frecuencia en la sociedad trujillana. Sin embargo, es innegable que en la actualidad, el arte con mayor difusión, apoyo y ejercicio es el que encierra armónicamente los colores y las formas, y que gracias a lo “puro” o “abstracto” de sus imágenes, puede ser analítico e imaginativo: la pintura.
Son muchas las personas dedicadas a la poesía muda, como diría el poeta griego, y numerosos los galardonados en nuestra región; pero, en esta oportunidad, he de referirme sólo a dos expresiones cargadas, netamente, de juventud y técnica, dos mujeres trujillanas de admirable talento y pinceles paralelos: Isabel Rodríguez y Lily Chávez[1].
La elección radica en sus obras, específicamente, en el referente común. Ambas pintoras conceptualizan y delinean su intimidad en sensuales imágenes cuyo eje determinante es uno sólo: la mujer, claro está, abordada desde diferentes perspectivas.
“Son como retratos inconscientes, es como si pintara mis estados de ánimo, como si quisiera crear una mujer que mantenga su inocencia, su belleza interna…”.
Estas palabras emitidas por Isabel Rodríguez definen, categóricamente, sus cuadros, pues como todo artista, sus pinturas son la fiel expresión de su espiritualidad y concepción de vida.
Las féminas de Isabel, por sus alargados cuellos y sus delicadas manos y el evidente matiz cándido que poseen (además de los colores cálidos que predominan en toda su obra), se asemejan a sensuales deidades impregnadas de misterio y pureza; y por otra parte, debido a los grandes y alargados ojos frecuentemente negados entre sí, que parecen despertar de algún ensueño mágico, nos dan la sensación de estar frente a entes guardianes de algún mundo posible[2]. Además, la continua combinación del blanco y del rojo, comunican al observador una recreación entre pureza y amor.
De manera distinta, pero a la vez semejante, la obra de Lily Chávez presenta a la mujer desde un enfoque natural, un poco agreste y si se acepta el término, nativo. Con un manejo aparentemente sencillo del espacio, los trazos y los colores, las pinturas de esta joven trujillana son capaces de trasladarnos a paisajes desconocidos en donde se unen la sensualidad, la belleza y la insinuación.
Para referirme a la obra de esta joven pintora, cito a continuación las palabras de su maestro y amigo, Víctor Montenegro:
“Quiere empezar a andar con sus propios colores, expresivos y luminosos, propios de la cúspide de su juventud… sus figuras abrazan el lienzo, en algunos casos con ternura y en otros casos con esa fiereza inusitada que nos permite pensar en una simbiosis ocasional entre ella y su obra”.
Las sugestivas mujeres de Lily[3] tienen un ligero color bronceado, moreno; aparecen siempre desnudas exhibiendo sus hermosos atributos y sus cuerpos apasionados con trasfondos poco difusos; el juego de miradas con labios provocadores y prolongados cabellos color café e incontables flores que parecen estar en constante progresión, otorgan a su pintura un singular grado de sensualidad y atracción.
Estado de Gracia
“Estado de Gracia” es el nombre del cuadro que, hace poco, ha otorgado a Isabel R. el merecido triunfo en el Concurso “Arte en Libertad” organizado por la empresa Mapfre.
Dicha obra, sin lugar a dudas, expresa claramente el lado maternal propio de toda mujer. El título en sí es la representación de la mujer embarazada. Para Isabel, la gestación es la etapa más dulce y placentera en la mujer, es el resultado del encuentro entre el espíritu y el sentimiento mayor, el amor. La procreación es el Estado de Gracia del cual tenemos idea gracias a la labor de esta joven pintora liberteña y que, en pocas líneas, puede concebirse así:
Dos seres juntos. Una acaricia a la otra, roza el vientre sagrado que sobresale por su pureza, por su forma perfecta e imperfecta, esa redondez que parece tener rostro, que parece agradecer las caricias. Dos seres juntos. Un color sostiene al otro y mutuamente se combinan, se hacen uno, entre románticas hojas bañadas en un llanto jubiloso. Dos seres y dos miradas mentirosas que vigilan el universo y que cuidan la existencia como si fuera una niña.
Para finalizar, cito las palabras con las que Isabel R. concibe su labor y obra:
“Siempre baso mi trabajo en la espiritualidad, en el hecho de ir más allá de la materia, la forma, y poner alma en cada lienzo”.
[1] De antemano, pido disculpas a los lectores por no presentar los cuadros con sus colores respectivos. Esto se debe al tipo de edición que posee la revista en el presente número.
[2] Isabel Rodríguez ha tenido importantes distinciones en los últimos años. En el 2002 obtuvo el primer puesto en el Concurso interno de Dibujo Esbat; en el 2003, el primer puesto en el Concurso de pintura mural Postes Ecológicos; en el 2005, el primer puesto en el II Concurso de Pintura al Óleo “Pedro Azabache”; en el año siguiente fue seleccionada en la “I Bienal de las Américas” (México); ente otras.
[3] Lily Chávez obtuvo el primer lugar en los Juegos Florales de
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