jueves, 30 de octubre de 2008

JUSTO JORGE PADRÓN Y EL ARTE DE LO INDIRECTO

Por Oscar Ramirez

/ demencia18@hotmail.com /

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En el mes de abril del presente año, se llevaron a cabo diversas actividades culturales conmemorando los 70 años del fallecimiento del poeta universal César Vallejo. La UCV (Universidad César Vallejo), hizo gala de una majestuosa calidad de invitados, entre los que figuró Justo Jorge Padrón, nominado al Premio Nobel de Literatura por España en el año 2007.

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Lo abordé antes del recital poético. Lo extraño fue que se encontraba solo, nadie parecía conocerlo. Su portentosa estatura, intimidante por ratos, no impidió que me acercara y conversara con él. Se sorprendió al mostrarle un ejemplar de Los círculos del infierno. Dónde lo haz conseguido me preguntó, ya ni en España encuentras ese libro. Antes de entrar al recital me dijo: Te parece si conversamos después del evento.

Fue demasiado grata la experiencia de compartir una pequeña charla que debió durar cinco minutos, pero que se extendió por más de quince.

Oscar Ramirez.- Esta es una pregunta un tanto protocolar, ¿cómo es su relación cultural con el Perú?

Justo Jorge Padrón.- Bueno, yo estuve aquí, en Trujillo, el año 2003, cuando la Universidad Nacional me dio un doctorado honoris causa; además he estado en Cajamarca, participando de un festival donde leímos poemas; también en Arequipa, en un pequeño tour; es decir, mi relación no ha sido tan distante ya que he visitado algunas ciudades del Perú, lo que pasa naturalmente es que si las estancias son cortas, y si organizan cosas, ya sea un movimiento editorial o algo semejante, me involucran y no queda tiempo para visitas más prolongadas, pero siempre puedo, o tengo invitaciones como ésta, evito faltar, y venir dos veces a Trujillo en cinco años no es fácil.

O.R.- En el evento se mencionó de manera constante, casi como un slogan, que un nominado al Premio Nobel de Literatura iba a estar presente, ¿qué opinión le merece eso?

J.J.P.- Bueno, cuando gané el Premio Europa de Literatura, tenía como finalistas a Graham Greene y al gran poeta italiano Mario Luchi; tuve la fortuna de que me lo diesen a mí, precisamente por el libro Los Círculos del Infierno. A raíz de ese premio, vinieron premios importantes como el Premio Sofía, que es un premio que han ganado Sholojov, Boris Pasternak, entre otros; la Corona de Oro de Estruga, que es del festival más importante de la poesía mundial, y se celebra desde hace setenta años en Macedonia. La Corona de Oro es un premio en el cual se dedica una semana a un poeta mundial; en lengua española lo han ganado sólo Neruda, Alberti y yo, que he sido el más joven con cuarenta y seis años; normalmente los poetas que lo ganan son a partir de los sesenta. Y bueno, ha habido grandes poetas que lo han ganado, por ejemplo W. H. Auden, Joseph Brodsky, Seamus Heaney, Ted Hughes, Yves Bonnfoy, Hans Magnus Enzensberger, Leopold Sedar Senghor, Arthur Lundkvist, Allen Ginsberg, entre otros. Allí hay un jurado de cuarenta personas, de todas las partes de la antigua Yugoslavia, porque hasta el noventa y uno este premio era de toda la Yugoslavia, y luego, cuando se fragmentó, Macedonia logró su independencia, por lo cual ahora el premio es más reducido desde el punto de vista del jurado, que ahora es un jurado solamente de Macedonia, porque en aquella época había gente de Montenegro, de Bosnia, de Eslovenia, de Croacia, de Serbia, y sobre todo de Macedonia.

O.R.- Su trabajo como traductor de la poesía nórdica, escandinava, ha resultado crucial para la expansión y conocimiento de una infinidad de poetas, ¿cómo nace esa afinidad con estas culturas?

J.J.P.- Cuando yo estudié filosofía y letras y derecho en Barcelona, amplié estudios de Derecho Internacional un año en París, y luego fui a Escandinavia donde estudié lengua y literatura nórdicas. Viví ocho años y medio en Suecia, cuatro en Noruega, y uno y medio en Islandia. La oportunidad de vivir y estudiar en aquellos países hizo que aprendiera bien esas lenguas; luego pude traducir a poetas de lengua española al sueco, por ejemplo Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, del cual la antología prosperó y tuvo una gran acogida en Suecia. Cuando Aleixandre ganó el Nobel tenía muy mala salud, entonces por ese hecho yo lo recogí y pronuncié su discurso.

O.R.- Digamos que su relación con Vicente Aleixandre fue más compenetrada.

J.J.P.- Fue una relación de amigos, pero sobre todo de maestro él y yo discípulo. Pienso que todos los escritores o todos los artistas, tienen un periodo de aprendizaje, y claro, cuando yo tuve de los veinte a los treinta y cuatro años, en esa labor de aprendizaje tuve la suerte de contar con maestros como Neruda y Aleixandre.

O.R.- ¿Y su relación con Neruda?

J.J.P.- Bueno, la relación con Neruda fue corta porque fue en la época que él estaba de embajador en París; yo le hice las primeras entrevistas que se publicaron en España después de la guerra civil, porque él era un hombre absolutamente prohibido como stalinista radical, pero ya en esa época la dictadura franquista estaba mucho más extenuada y en el año setenta y uno estas entrevistas me las permitieron.

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O.R.- Hablando sobre este evento, ¿cómo conoce o surge en usted esa pasión por Vallejo?

J.J.P.- Como lector. Naturalmente, como Vallejo murió en mil novecientos treinta y ocho, yo en esos años no había nacido, entonces mi conocimiento de Vallejo es de lector. Yo empecé leyendo Poemas humanos, fue el primer libro que cayó en mis manos, y bueno, ante un poeta tan importante, lo que hice fue leer con avidez, con disciplina, porque hay que leer con rigor para aprender. Luego de ese libro, pasé a Los heraldos negros, y luego a Trilce; a mí por ese orden me gusta su poesía.

O.R.- ¿Poniendo a Trilce como una especie de tope?

J.J.P.- El libro que más me gusta de Vallejo es Poemas Humanos, sobre todo con la parte de España, aparta de mí este cáliz, ese es el libro donde yo encuentro la cima de la poesía vallejiana; la poesía de experimentación me gusta menos. La poesía es esencialmente un fenómeno expresivo, la poesía es el arte de lo indirecto, entonces el poeta debe elaborar un lenguaje con una densidad metafórica. Yo, por ejemplo, opero con un sistema poético: me guío por la estética, trato de buscar un lenguaje que sea preciso, pero a través de un mundo de imágenes y de una visión metafórica de la existencia. La poesía es el arte de lo indirecto, por ello no puedes narrar algo como si fuera un periódico. Hay poetas que lo hacen, pero ese no es el mundo que me gusta ni el que yo hago. Hay gente que rompe el lenguaje buscando otros destellos… cada quien con su experimentación.

O.R.- Hablando de su trabajo como poeta, ¿cómo o bajo qué influencias empezó a escribir?

J.J.P.- Pues fue casualmente. Yo tenía catorce años y ayudaba a mi padre a mover una estantería en nuestra casa; de pronto suena el teléfono y él va hacia otro cuarto a responder la llamada; yo intenté mover la estantería y se caen los libros. Uno se rompió, se le cayeron las tapas, y lo que hice fue esconderlo para que mi padre no me riñera. Al pegarlo, vi que el título era Pan, y pensé a lo mejor es un libro que trata sobre la manera de hacer el pan, pero no: era el bosque escandinavo, Pan era el dios del bosque. Entonces, en esas páginas maravillosas, se levantó ante mí el bosque escandinavo, y cuando terminé de leer aquel libro, descubrí qué era la literatura y la fascinación del mundo nórdico, y a estas dos cosas yo siempre le he sido fiel, porque a partir de ese momento me hice el propósito de convertirme en escritor. Pero la poesía la descubrí un poco más tarde. A la edad de catorce-quince años me estaba formando para ser un escritor, pero un día, casualmente en una librería de la calle principal de Estocolmo, vi un disco, un long play, con la foto del busto de Pär Lagerkvist, el autor de Barrabás (la película que hizo Anthony Queen), El enano, en fin, un genial narrador; pensaba que el disco eran fragmentos de novelas o cuentos, y descubrí con sorpresa que eran poemas. Descubrí, entonces, a Pär Lagerkvist poeta, de una sencillez y una transparencia emocionantes, y con esa interrogación permanente que tiene del hombre sobre el misterio de la vida. Cuando yo descubrí que eso lo podía formular la poesía, esas posibilidades que tiene para llegar al interior del ser humano, me pasé al bando de la poesía, y ya nunca me interesé por la novela.

O.R.- En el poemario Los círculos del infierno, el lenguaje sombrío maneja una alegoría muy sensata acerca de la oscuridad, pero en El bosque de Nemi, uno puede hallar poemas más lúdicos, oníricos y por qué no decirlo, sensuales, ¿cómo logra esa variación en el sentido del lenguaje que imprime a cada poemario?

J.J.P.- En El bosque de Nemi me propuse recrear una nueva mitología, partiendo de la mitología clásica donde hay muchos dioses, ninfas, del repertorio de los mitos neoclásicos, pero dándoles una visión más actual. Bueno, eso en una obra de treinta libros como la mía, en un momento determinado me pareció una propuesta nueva y la hice con gusto. Claro, en ese libro si hay poemas desenfadados, pero Los círculos del infierno es un libro sumamente dramático… lo considero el infierno que está dentro de nosotros.

O.R.-¿Y cuál es la vitalidad que halla usted en la poesía?

J.J.P.- La poesía no es solamente una forma de conocimiento, sino una forma de celebración de la vida, una manera de intuir lo que está más allá de las riberas del mundo cognoscitivo.

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JUSTO JORGE PADRÓN (Las Palmas de Gran Canaria, 1943)

Es una figura importante de la generación poética del setenta; ejerció como abogado en su ciudad y luego se trasladó a Madrid donde ha desarrollado una intensa vida literaria. Es, además, traductor de importantes autores escandinavos

Fue secretario general del PEN Club Español de 1983 a 1990. Dirigió la revista internacional plurilingüe Equivalencias. Ha dado conferencias y lecturas de sus poemas en más de sesenta países. Ha publicado quince libros de poesía, cinco antologías, y veinte libros de ensayo y traducción. Su poesía ha sido vertida a treinta y siete idiomas.

Publicó su primer libro de versos en 1969, «Escrito en el agua», con el que quedó finalista del premio Adonais. La Real Academia Española le otorgó con «Los círculos del infierno» el premio Fastenrath al mejor libro de poesía publicado entre 1972 y 1975. Otros libros son Resplandor del odio, Rumor de la agonía, La visita del mar, Escalofrío y Hespéride.

Ha ganado, entre otros, los premios de poesía: Premio Boscán, Premio Europa de Literatura en 1986, en Yugoslavia; Gran Premio Internacional de Literatura de Sofía en Bulgaria en 1988; Premio Orfeo de Bulgaria en 1992; Premio Internacional de la Academia Sueca en 1972; Premio de la Asociación de Escritores Suecos al mejor libro de poesía europea de 1976 por Los Círculos del Infierno, obra ya traducida a 22 idiomas; Medalla de Oro de la Cultura China, en 1983; Medalla de oro de Bruselas de 1981; Corona de Oro del Festival Internacional de Struga de 1990 en Macedonia, por el conjunto de su obra poética. En 1994 obtiene el Premio Blaise Cendrars de los encuentros Internacionales de Suiza; en 1996 el Gran Premio Internacional Nichita Stanescu de Rumania, y el Gran Premio de Poesía Senghor, otorgado en Africa en 2003.

En 1982 organizó y presidió el Sexto Congreso Mundial de Poetas en Madrid, en 1992 el Festival Internacional de Garachico en Tenerife; desde 1996 dirige el Festival Internacional de Poesía de Las Palmas.

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