Por José Carlos Mendoza
…Y roguemos que el que está a lado no sea nuestro reflejo.
I
No hay hueso más frío esta noche,
no hay piel más erizada,
con la lluvia cayendo, que la mía esta noche.
Tapa todos los agujeros
no quiero mojar más mis lágrimas,
quiero que el frío congele mis llantos.
Llueve como canto de ballena,
agudas y tristes, caen y rebotan las gotas,
han inundado la habitación
y están mojando esos que llamamos cayos.
Roguemos que nos manden un sol enorme
que seque todo lo que mojamos,
no esperemos que crezca hierba,
pero sí que nazca un ser de nuestro llanto, esta noche.
II
Solitario en el cielo,
Solitario a solas.
Mendigo de miradas,
Escupo sangre y melancolía.
Alguna vez has visto en mí
A otra lágrima. No.
Así es, tímidos rastros de mentiras.
Si todos cargan recuerdos
Y lágrimas por cosechar,
Por qué en mi espalda un bulto
Con cara de esperanza asoma su nariz.
Así te miro, miro y no miras.
Solo, aún en nubes de cartón y periódico,
Reclamo tu ausencia,
“Cien muertos en terremoto”,
Titulares y yo solo,
Solitario en mi ruego de vida.
III
Cuándo llegarán a mí
Los templados vientos de la vida
Trayendo consigo el dulce aroma
De nuestras primaveras.
Volverán a caso en estos segundos,
Llegarán hasta la altura de nuestras narices,
Suspirarán y harán retroceder
Esta agonía que cada vez abre más sus fauces.
Treinta y tres segundos en silencio
Y la inmoral palabra de esperanza
Se hunde en estas, nuestras, inertes, miradas.
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